12/05/2021

Abrirse al mundo unilateralmente es tan anacrónico como cerrarse

Nuestro mandato en la Presidencia Pro Témpore del Mercosur es defender el proceso de integración regional iniciado formalmente hace treinta años con la firma del Tratado de Asunción.

El Tratado de Asunción, un hito en la historia de la integración regional, tuvo antecedentes claros en el pensamiento argentino y latinoamericano. Nuestros dirigentes fueron construyendo gradualmente lo que se convertiría en una convicción: es necesario articular los intereses de nuestros países para presentarnos al mundo con firmeza y ser escuchados. Solos podemos menos, juntos podemos más.

Este instrumento jurídico que cumplió 30 años de vida fue el punto de partida de un sinfín de beneficios: la consolidación de la democracia, el fin de las hipótesis de conflicto, el incremento del comercio intrazona, el aumento de las inversiones y el libre tránsito de ciudadanos, entre muchos otros. Ya en su artículo primero el Tratado nos llamaba al “establecimiento de un arancel externo común y la adopción de una política comercial común con relación a terceros Estados o agrupaciones de Estados y la coordinación de posiciones en foros económico-comerciales regionales e internacionales”.

Hoy el proceso de integración regional atraviesa una coyuntura delicada. Algunos socios consideran que el bloque limita su accionar internacional y reclaman negociar individualmente frente a países y regiones. Dicen abiertamente que debemos “abrirnos al mundo”, a la que vez exigen iniciar una mayor cantidad de negociaciones externas de las estamos llevando a cabo, algunas con dudosos beneficios para nuestro sector productivo. Estos argumentos, basados más en una mirada ideológica que en objetivos pragmáticos de política exterior, apuntan al corazón del Tratado de Asunción.  

La Argentina, en el ejercicio de la Presidencia Pro Témpore del Mercosur, está buscando conciliar posiciones bajo un objetivo general definido por el Presidente de la Nación y el Canciller: profundizar el bloque regional. Así lo manda el Tratado de Asunción que tiene en nuestro país jerarquía superior a las leyes. Esto no significa desconocer las imperfecciones del bloque sino estar convencidos de que la solución nunca será la atomización de nuestros países hermanos sino la consolidación de nuestros vínculos.   

Analicemos brevemente las observaciones de algunos miembros del bloque: nos piden rápida apertura comercial y una mayor dinámica en las negociaciones externas del bloque. Ante el reiterado concepto de que hay que “abrirse”, escuchado a diario en los medios de comunicación y en boca de algunos negociadores, es necesario decir una obviedad: casi ningún país del mundo “abre” graciosa y unilateralmente su sistema comercial sin una profunda negociación de por medio para conseguir concesiones similares de otros socios. Si el éxito de un país se resolviera  simplemente bajando los aranceles, todos los Estados lo harían inmediatamente.

Pero, ¿por qué los países desarrollados o en vías de desarrollo se pasan años o décadas negociando  acuerdos comerciales complejísimos? ¿Por qué llevó tanto esfuerzo y centenas de funcionarios negociar el NAFTA o ahora el T-Mec? ¿Por qué la UE dedicó décadas y miles de expertos para articular un proceso de integración tan sofisticado? ¿Por qué el RCEP comenzó negociaciones en 2012 y finalizó en 2020?

La respuesta es que estos procesos llevan tiempo porque la reducción de aranceles es parte de un sofisticado proceso negociador en el cual se buscan concesiones de las partes. Se abordan cuestiones de propiedad intelectual, comercio de bienes y servicios, denominación de origen, comercio electrónico, entre un amplio abanico de temas que requieren una ingente movilización de recursos y personal experto. Además, si se lo encara responsablemente, se realizan estudios de impacto que permiten anticipar los efectos que tendrá la rebaja de aranceles en los distintos sectores de la economía.

Si el Mercosur decidiera, como reclaman algunos, “abrirse al mundo”, luego no tendría nada para ofrecer en sus negociaciones externas. Como negociador, si busco conseguir acceso para la carne argentina o para equipamientos médicos, o para autopartes o secadoras de leche, entre miles de productos nacionales competitivos en el mercado internacional, tengo que poder ofrecer algo a cambio. Yo le pido a mi contraparte acceso para las naranjas argentinas y me responde con una solicitud de apertura para el mango, por poner un caso que simplifica pero que sirve como ejemplo. La apertura unilateral implica resignar la principal herramienta que tenemos para conseguir acceso para los productos nacionales.

En un mundo complejo, en el que la pandemia desnudó aún más los mecanismos más duros de la negociación entre países, pensar en una apertura unilateral es o bien una posición ideológica sin sustento real, o falta de profesionalismo o ingenuidad, o quizás proviene de un país que no tiene absolutamente ningún sector productivo que proteger o incluso que desarrollar a mediano plazo.  

Hoy lo que necesitamos no es abrirnos sino conectarnos al mundo, de manera inteligente y considerando las necesidades de los sectores productivos.

Por otro lado, algunos socios piden iniciar una mayor cantidad de negociaciones comerciales externas. Suponen que la Argentina no persigue este objetivo. Sin embargo, es un reclamo que no se condice con la realidad. Actualmente el Mercosur tiene una de las agendas comerciales más activas del planeta. Estamos avanzando proactivamente con siete contrapartes que comprenden 36 países: la Unión Europea, EFTA, Canadá, Corea, Singapur, Líbano e Israel. Para lograrlo realizamos consultas permanentes entre los distintos ministerios involucrados, con las provincias y con los sectores productivos, a fin de incorporar sus sensibilidades en todo el proceso. Algunos de estos cursos de acción se están viendo demorados por razones ajenas a la Argentina. Es el caso de la UE y EFTA, por ejemplo, donde la opinión pública europea cuestiona fuertemente las negociaciones por cuestiones medioambientales en el Amazonas. Al mismo tiempo, la Argentina ha propuesto negociar con Nigeria, Túnez, Unión Económica Euroasiática y todos los países de América Central y el Caribe.

Esta complejísima agenda externa absorbe todos nuestros esfuerzos y la tarea de nuestros negociadores. No hay más capacidad para abrir nuevos frentes mientras no vayamos cerrando los procesos abiertos. Esto, si queremos mantener un nivel de negociación profesional que se esmere por defender el interés de la Argentina y del Mercosur. La única posibilidad de negociar múltiples acuerdos simultáneos que se sumen a los señalados es tomar la decisión de bajar todos los aranceles sin miramientos. Esto sería simple y permitiría encarar todos los frentes al mismo tiempo. Pero, como dije antes, nadie que entienda cómo funciona el mundo lo haría.

La Argentina tiene la responsabilidad de instalar este debate para continuar consolidando un proyecto que es clave para el desarrollo sostenible. Desde la presidencia del bloque procuramos continuar con esta línea de reflexión, atendiendo y ocupándonos de las preocupaciones de nuestros socios, pero sin perder de vista la cuestión de fondo: el Mercosur es una Política de Estado que debemos defender y profundizar. 

 

Jorge Neme es sociólogo y actual Secretario de Relaciones Económicas Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Comercio Internacional y Culto y Coordinador Nacional del Mercosur por Argentina. Es experto en gestión de inversión pública a través de Organismos Multilaterales de Crédito y en desarrollo rural y regional.

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