26/06/2021
La seguridad nuclear es de máxima importancia y prioridad en el mundo y existen estándares internacionales establecidos por la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) e incluso por la Cruz Roja Internacional. Un accidente o incidente nuclear, dependiendo de la gravedad, consiste en la emisión involuntaria de materiales radiactivos o un nivel de radiactividad susceptible de perjudicar la salud y el medio ambiente. Fueron los casos de Three Mile Island (Estados Unidos, 1979), Chernóbil (Ucrania, 1986) y Fukushima (Japón, 2011).
La central china de Taishan, construida por Framatome de Francia y operada por Electricite de France (EDF), no parece haber sufrido ningún efecto que pueda ser considerado técnicamente como un incidente nuclear. Los niveles de radiación, de acuerdo al OIEA, han sido normales y estables alrededor de la planta nucleoeléctrica y zona circundante. China, con 38 reactores nucleares en funcionamiento y 19 en construcción, hasta ahora ha mantenido un buen historial en materia de seguridad radiológica. No se conocen incidentes o anomalías declaradas.
La empresa francesa Framatome, propietaria mayoritaria de Taishan, reconoció un mayor nivel de radiactividad en el circuito primario de uno de los dos reactores (unidad 2) debido a barras de combustible dañadas (5 barras de 60 mil) sin riesgo alguno de fuga de radiación al medioambiente. Un comunicado conjunto de las empresas copropietarias china y francesa, lo confirma. También, que el reactor se conectó a la red eléctrica el 10 de junio, lo que pone de manifiesto que Taishan no estuvo ante una situación de riesgo de incidente nuclear.
El episodio tuvo, sin embargo, una amplia difusión pública global que excedió una situación considerada sin complicaciones en términos técnicos. La duda es el motivo que generó una reacción casi exagerada y que llegó a ser calificada como una amenaza inminente a la población y al medio ambiente y que causó preocupación mundial, en particular tras las dolorosas consecuencias de la pandemia del coronavirus.
Una razón, puede ser el hecho que el accidente de Fukushima, reciente en el tiempo, mantiene un justificado nivel de alerta en la opinión pública temerosa que se pueda repetir un incidente nuclear como el de Japón. Otra posibilidad, podría interpretarse relacionada con la competencia de poder entre Estados Unidos y China, que muestra un clima bilateral dispuesto a sobreactuación diplomática. Un tema, que si bien se enmarca en el contexto geopolítico de tensión, debería haber sido abordado por ambas partes con mayor precaución y responsabilidad por tratarse, al mismo tiempo, de dos potencias con arsenales nucleares y con desplazamientos navales de significación en el Mar de China Meridional.
Que se haya elegido una central nuclear generadora de electricidad como escenario de divergencia, es lamentable al afectar la confianza de la opinión pública mundial en una fuente segura y confiable que no emite gases efecto invernadero al medio ambiente. La industria nuclear es de las más responsables y exigentes del mundo, en la construcción como en la operación de las plantas nucleares, y el OIEA ofrece un marco de seguridad nuclear tecnológica y física sólido y sostenible.
Quizás el fundamento del énfasis en Taishan es el hecho que China es el generador de energía nucleoeléctrica que más rápidamente está creciendo en el mundo. Está previsto que aumente la capacidad nuclear hasta una cifra comprendida entre 120 y 150 gigavatios para 2030, en comparación con los 38 gigavatios de la actualidad. Lo que pone de manifiesto que China podrá lograr la plena autonomía energética gracias a la energía nuclear.
La cuestión energética puede ser una preocupación de Washington incluso en términos de las implicancias en el crecimiento económico chino futuro al contar con fuentes de suministro energético propias. La presencia de técnicos franceses de Framatome y Electricite de France en Taishan, no permitió que la escalada verbal entre las dos superpotencias fuera mayor. Una muestra que, tanto Washington como Beijing, deben bajar los decibeles de la confrontación, en particular en temas no relacionados con cuestiones militares. La comunidad internacional no puede seguir siendo rehén de una atmósfera diplomática que incide en la seguridad internacional, en fuentes energéticas confiables y en el bienestar y tranquilidad del planeta.
Roberto García Moritán es diplomático de carrera. Fue Subsecretario de Asuntos Latinoamericanos, Subsecretario de Política Exterior y Vicecanciller de la Argentina del 2005 al 2009.
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