17/04/2023

La revancha de la historia

 

La geopolítica, las instituciones que pretenden gobernarla y la tecnología militar cambiaron de manera dramática en los últimos 84 años. Sin embargo, el ingreso a la OTAN de Finlandia puede leerse como una devolución que le hace Helsinki a Moscú de aquél 30 de noviembre de 1939. Ese día, aupado en la estela de la invasión de Adolf Hitler a Polonia, Josef Stalin inició la de Finlandia. La Guerra de Invierno comenzó con la Unión Soviética bombardeando la capital finesa.

Hoy cambiaron las tornas y, con su conversión en el trigésimo primero miembro de la OTAN, Finlandia completa el cordón de contención que tanto preocupa a Rusia y que, en consecuencia, se extiende sin fisuras desde el océano Ártico al mar Báltico. Desde hace más de un año el presidente ruso Vladimir Putin justificó la invasión a Ucrania en la expansión de la OTAN con la eventual adhesión de países en su zona de influencia o limítrofe. Un argumento que tiene una aire demasiado similar a la respuesta que, como cuenta Max Hastings en su monumental SE DESATARON TODOS LOS INFIERNOS, un oficial soviético dió en el inicio de la Guerra de Invierno a un subordinado a la pregunta de porqué estaban enfrascadas en esa guerra la tropas del Ejército Rojo. Aquél oficial se amparó en el peligro que suponía permitir que la frontera estuviese tan cerca de Leningrado. Hoy Moscú insiste con la misma tesis: sobre la incorporación de Finlandia  reafirmó que “la expansión de la OTAN es una asalto a nuestra seguridad y a los intereses nacionales de Rusia”.

Anthony Blinken, secretario de Estado del gobierno de Joseph Biden, sostuvo en Bruselas que se debe agradecer “al señor Putin” el ingreso de Finlandia a la alianza atlántica “porque él provocó algo que decía querer evitar” y con la invasión a Ucrania “terminó llevando a muchos países a creer que tienen que hacer más para defenderse” de Moscú. El error del líder ruso que puntualiza Blinken también trae ecos de la invasión estalinista a Finlandia en los inicios de la Segunda Guerra Mundial. Al final de la década del 30 del siglo pasado parecía indudablemente descabellado que una nación que en aquél momento no llegaba a los 4 millones de habitantes, que carecía del armamento necesario, pudiese hacer frente al Ejército Rojo. Cierto, en principio. Pero no lo es menos que el hecho de que los ucranianos y su resistencia pueden verse reflejados en las tácticas que en 1939 pusieron en práctica los fineses contra los soviéticos. Lejos de una victoria rápida las columnas del Ejército Rojo sufrieron estragos. De hecho, en el primer tramo de la invasión perdieron un 60 por ciento de sus vehículos blindados. Las fuerzas finlandesas, con espíritu y despliegue de guerrilla, resistieron varias semanas. Y para mayor escarnio del orgullo soviético lo hicieron, por ejemplo, con piezas de museo como cañones franceses fundidos en la década del 70 del siglo 19 utilizados en la guerra franco-prusiana. Stalin no pudo lograr estar a la altura de la eficiencia del blitzkrieg de su colega alemán ya que le costó varios meses doblegar a la débil Finlandia. Así, en palabras de Hastings, “su confianza también se había visto zarandeada por las pérdidas sufridas por el Ejército Rojo”. Una vez más retrotrae al pasado pensar la resistencia ucraniana si se la lee a través del prisma de la declaración de Winston Churchill, que en 1939 momento no era el primer ministro británico sino que, por el contrario, estaba relegado en el marco del gobierno encabezado todavía por Neville Chamberlain, reacio a enfrentarse directamente a la Unión Soviética. “Finlandia -decía Churchill- se ha mostrado soberbia,  sublime por mejor decir, en las fauces del enemigo; ha prestado un servicio de gran magnanimidad al mundo al demostrar lo que pueden llegar a hacer los hombres libres”.

Lo que sí difiere diametralmente en el presente del pasado es cómo lidió entonces y ahora Occidente con la amenaza del oso ruso. En 1939 el apoyo inglés, francés y por supuesto estadounidense no pasó de la esfera testimonial. Por el contrario, Biden dio a Finlandia la bienvenida a la alianza con un mensaje tan dirigido a Helsinki como a Moscú: “juntos seguiremos preservando la seguridad transatlántica, defendiendo cada centímetro de territorio de la OTAN”.

El ingreso finés suma a la OTAN 1.300 kilómetros de frontera directa con Rusia, pero también fuerzas militares que el secretario general de la Organización Jens Stoltenberg calificó de “sustanciales”, además de inversión en tecnología de última generación. Helsinki confirmó un fuerte incremento de su presupuesto de defensa para los próximos tres años. Todo lo cual, sumado a la vertiginosa progresión política que derivó en el ingreso de Finlandia a la OTAN, confirma que efectivamente en apenas un año Putin logró que se hiciera realidad lo que declamó que era su principal preocupación. Una semana después de la invasión a Ucrania Finlandia puso en suspenso la histórica política de neutralidad que mantenía desde 1939 al enviar a Kiev material bélico. En marzo creció el apoyo de los finlandeses a la posibilidad de ingresar a la OTAN. Un mes después Putin respondió amenazando con un despliegue nuclear en el mar Báltico, ante lo cual la Alianza Atlántica oficialmente declaró que acogería “con los brazos abiertos” a Suecia y Finlandia si presentaban su candidatura. Finlandia lo hizo en mayo de 2022 y menos de un año después se convirtió en el miembro número 31, en lo que, tal como lo dijo Stoltenberg, fue el proceso de adhesión más rápido de la historia moderna de la OTAN.

Finlandia ha hecho una opción por su propia seguridad. El ingreso de Suecia a la OTAN está en proceso de aprobación. La voracidad rusa funcionó, por reacción, como una fuerte convocatoria  para los potenciales amenazados. Más aún: produjo un nuevo despertar para la OTAN que en los  últimos tiempos no lograba una política consolidada que le permitiera honrar el objetivo que las potencias occidentales trazaron 74 años atrás al fundarla: garantizar la seguridad y defensa colectivas. Mientras tanto, Moscú sigue girando maniaticamente alrededor de amenazas militares.

La Historia trae reminiscencias pero también pone de relieve diferencias cuando se lee el presente a través de ella. Se trata de enseñanzas que están al alcance de los que las quieran ver y aprovechar para estar advertidos; ya se trate de los que observamos la política mundial, o de aquellos cuyas decisiones pueden impactar trágicamente en millones de personas.


Aníbal Jozami es sociólogo y docente argentino especializado en Relaciones Internacionales, es presidente de la Fundacion Foro del Sur y Rector Emérito de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF).

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