26/06/2020

Nueva agenda de alfabetización informativa

 

Según el Informe de Noticias Digitales de 2020 del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo de la Universidad de Oxford, publicado esta semana, el uso y consumo de las redes sociales como fuente de noticias aumentó de manera sustancial a nivel global. En nuestro país, este año las redes sociales superaron por primera vez – con 71% – a la televisión y al cable – con 67 % – como fuente de noticias de los argentinos.

En tiempos de transformaciones profundas y aceleradas, también cambió nuestra manera de consumir la información. Sin embargo, en muchos casos seguimos pensando en informarnos como si el ecosistema de la información siguiera siendo el mismo. Surge entonces una pregunta fundamental: ¿Cómo readaptarnos a esta nueva realidad, sin confundir, perder o dejar de lado las fuentes valiosas que podrían ampliar nuestra mirada y evitar que terminemos siendo rehenes de nuestra propia burbuja informativa?

Todos tenemos un repertorio de noticias, al que podemos definir como nuestro menú o dieta informativa. Nadie lee todos los diarios, mira todos los canales de noticias o escucha todas las emisoras de radio. Es importante detenernos un momento a pensar en cómo nos informamos, ser conscientes de ello. Porque, así como nos nutrimos con alimentos, nuestro pensamiento, nuestras opiniones, sesgos y hasta nuestra visión del mundo, se nutren de la información que consumimos.

Las dietas informativas se componen de contenidos, canales y medios. Los contenidos pueden ser datos, hechos, conceptos, comentarios u opiniones, mientras que los canales y medios de comunicación son el lenguaje y soporte que transmite el contenido desde el emisor hasta el receptor. Resulta clave distinguir estos conceptos y a la vez, entender qué tipo de contenido estamos consumiendo. ¿Hechos u opiniones? Y si son hechos, ¿qué tipo de hechos? ¿Confundimos medios con canales? Porque los medios implican un lenguaje con una metodología que permite arribar al mismo, pero los canales son solo los transmisores con un formato determinado de transmisión, lo cual no es específicamente igual, si bien pueden estar integrados.

En un universo de la información que cambió radicalmente en los últimos 25 años desde la popularización de internet, las redes sociales se convirtieron en una nueva forma de democratización de la información, al permitir la interacción entre actores, el feedback directo y la capacidad de generar contenido y noticias por parte de cualquier ciudadano. Hoy, todos podemos ser “periodistas” -aunque no apliquemos ni la exhaustividad requerida ni las metodologías que ello implica- y opinamos en las redes sociales de una forma u otra.

Las redes, que nos hacen sentir parte de una gran comunidad y ampliar nuestros vínculos sin límite, también nos llevan a creer que nos ofrecen información diversa. Pero en las redes sociales, aunque parezca que haya diversidad, todos sabemos que en realidad no la hay: los algoritmos están diseñados para mostrarnos “posteos”, fotos, noticias y hasta otros usuarios que puedan ser de nuestro agrado.

Uno podría decir que antes, con los medios tradicionales, también elegíamos –de manera consciente o inconsciente– a medios afines que validaban nuestras ideas y preconceptos. Sin embargo, gracias al avance de la tecnología y su capacidad de detectar cada vez más fácilmente nuestros gustos y pensamientos, en la actualidad son las noticias las que nos eligen a nosotros. A este fenómeno se le denomina “la noticia incidental”.

El exceso de contenidos, las nuevas formas de estar o creerse informado, la pérdida de la credibilidad junto con la aceptación acrítica de lo que se lee, han puesto en segundo plano la validación de la información como una necesidad para un consumo consciente. Es así que validamos los contenidos en las redes por volumen y con el tamiz emocional. Una misma opinión se lee infinidad de veces generada por usuarios individuales o los llamados bots, y esto la vuelve más verosímil.

Aún más, en este nuevo universo digital la difusión de información falsa encontró las facilidades técnicas para circular a ritmos inesperados, generando nuevos términos para analizarlos, como fake news, deepfakes o infoxication. Normalmente se subdividen en 7 categorías las noticias falsas: contenido falso, contenido engañoso, contenido impostor, contenido manipulado, contenido fabricado, parodia o sátira y propaganda.

La pérdida de metodología y técnicas en la generación de información valiosa dio paso a la era de la post verdad, donde el relato está por encima de los hechos. Consecuencia también de la banalización del contenido, la devaluación del valor profesional del periodismo, la creencia de que cada contenido vale la pena y la mimetización de la información con el entretenimiento, el medio con el canal y el volumen con la validación.

Esto conduce a un problema aún más profundo que toca a la base misma de nuestra convivencia democrática: la radicalización del pensamiento. Si sólo escucho y valido una forma de pensar, y no la amplío ni la cuestiono, tarde o temprano me construyo mi propia burbuja de pensamiento y, finalmente, los sesgos que llevan indefectiblemente a la intolerancia. Y cuando deja de haber tolerancia, los principios básicos de nuestras sociedades democráticas empiezan a resquebrajarse. Los ejemplos, históricos y actuales, abundan.

En este contexto, sin duda surge una nueva agenda frente a la información, que no podemos descuidar y que hace a la correcta alfabetización de un ciudadano responsable. Resulta fundamental incorporar las preguntas que nos permiten ser conscientes de la información que consumimos. ¿Qué tipo de relación tengo con la información? ¿Soy un consumidor consciente, incidental o radicalizado? ¿Tengo presentes las simples preguntas que debería hacerme frente a cualquier contenido: quién lo dice, qué dice y para qué lo dice? ¿En cada nota o artículo, busco indicadores de lo que se denomina periodismo ético, un tipo de periodismo transparente, en el que las fuentes son fácilmente identificables y que no confunde hechos con opiniones, ni evidencia con experiencia? ¿En tiempos de infodemia, tengo consciencia de que, por acción u omisión, cuando comparto o reenvío un contenido, valido y también me convierto en fuente de esa información?.

Estamos en un momento especial, en el cual queremos sentirnos protegidos. La búsqueda de protección nos hace delegar control y libertades, que debemos cuidar con conciencia y suma atención. Poder recuperar el sentido de responsabilidad sobre la información y la tolerancia sobre las opiniones como actores, generadores y consumidores de contenidos, nos inmuniza, nos protege. Porque, así como la desinformación nos hace vulnerables, nos permite ser manipulados y nos enferma, la información cuando es correcta nos empodera y nos permite tomar mejores decisiones.

 

 

María Laura García es fundadora y presidenta de GlobalNews Group, la mayor empresa latinoamericana de monitoreo y análisis de medios; presidenta de FIBEP World Media Intelligence Association; y vicepresidenta de Voces Vitales Cono Sur.

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