11/08/2020
La Belt and Road Initiative (BRI) o Iniciativa Nueva Ruta de la Seda, fue lanzada en 2013 por el presidente Xi Jinping como un ambicioso proyecto destinado a impulsar el desarrollo nacional y la proyección económica internacional de China. En su original concepción, la BRI consta de un componente terrestre integrado por seis corredores que forman el denominado Cinturón económico de la Ruta de la Seda y, un componente marítimo (Ruta de la Seda Marítima del siglo XXI) que enlaza espacios oceánicos comprendidos entre el Pacífico asiático y el Indico.
En 2015, y con el objetivo central de impulsar la mayor internacionalización de firmas consideradas líderes en sectores de alta tecnología (robótica, TICs, telecomunicaciones, aeroespacial, biotecnologías, entre otras) fue agregado un tercer componente, denominado la Ruta de la Seda Digital. La movilización de recursos financieros, entre inversiones y préstamos, superaría el billón de dólares.
La BRI puede ser considerada herencia de la antigua Ruta de la Seda, vía de contacto e integración entre civilizaciones que, a través de siglos, unió el vasto Imperio chino, Asia Central, el mundo árabe, la península indostánica y Europa.
Entre su principales objetivos, podemos citar: i) traccionar el desarrollo de regiones interiores, particularmente las del noroeste, alejadas del próspero este, ii) integrar geo espacialmente el mercado interno, iii) mediante proyectos de infraestructura que aporten a una mayor conectividad, incrementar niveles de interdependencia regional intra asiática y global, iv) reafirmar la estrategia china de “ascenso pacífico” como proveedora de “bienes públicos globales”, v) contribuir a la realización del “sueño chino” de lograr la recuperación de su perdido status como poder predominante en Asia, vi) cerrar brechas de desarrollo respecto de economías avanzadas occidentales, vi) mediante inversiones externas y financiamiento, generar oportunidades de negocios para sus corporaciones transnacionales, vii) relegitimar el rol dirigencial del PCCh, y viii) promover y proyectar al mundo “valores” propios de la milenaria cultura china, aplicables a la acción internacional, como cooperación, solidaridad y armonía.
Su concreción se ha visto favorecida por el repliegue internacional de Estados Unidos bajo la visión America First. En contraste con el ascenso del nacionalismo económico y erosión del sistema multilateral de comercio (OMC), la BRI permite a China dinamizar su economía mediante estrategias cooperativas sur-sur y acuerdos bi y plurilaterales, vincular su desarrollo con el de naciones menos avanzadas y promover un ideal de globalización centrada en la apertura económica, reducción de asimetrías norte – sur y beneficio mutuo.
La BRI y la locomotora china
En su concreta ejecución, los proyectos desarrollados por empresas estatales y privadas chinas tienen por destino economías de África, el Sudeste de Asia, Asia Central, Europa, Medio Oriente y América Latina y el Caribe. Interconexiones ferroviarias, carreteras, digitales y marítimas, entrelazan distantes mercados y reducen costos logísticos (incluso por el Océano Ártico) ampliando la oferta de bienes y servicios en y entre economías desarrolladas y en desarrollo.
Emblemáticos proyectos reafirman lo antedicho; la ruta ferroviaria China-Europa une la ciudad de Yiwu (cercana a Shanghai) con Madrid en un trayecto de 13.000 kilómetros, gasoductos y oleoductos interconectan a China con Rusia y Repúblicas de Asia Central. Represas en Etiopía, Egipto, carreteras en Angola, Yibuti, el ferrocarril Tanzania-Zambia, Abuya-Kaduna en Nigeria, son sólo algunos de los proyectos desarrollados en el continente “olvidado por Europa”. Puertos en Pakistán, Irán y Sri Lanka e incluso el mediterráneo (El Pireo), facilitan el trasiego de mercancías y energía en el denominado Collar de Perlas.
El sostén financiero de la BRI reside en poderosos bancos estatales que listan entre los más importantes a nivel mundial, como el Eximbank, el Banco de Construcción de China, Banco de Desarrollo, Banco Agrícola, Banco de China o el ICBC. A ellos se ha sumado, en 2014, la institución financiera creada por China con el específico fin de financiar proyectos en el marco de la BRI: el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), del que forman parte como miembros no regionales Ecuador y Uruguay.
América latina y el Caribe: ¿Oportunidad en la crisis?
Para las economías latinoamericanas, la BRI amplía alternativas sobre financiamiento dirigido a reducir carencias en infraestructura regional, integrar mercados, fomentar exportaciones y, mediante corredores bioceánicos, reducir costos operacionales intra y extra zona.
La complementariedad económica entre China y ALC impulsa una amplia cartera de proyectos mineros, energéticos, carreteros y productivos, así como la formación de alianzas entre firmas tecnológicas (ZTE, Huawei, Lenovo, Chery) con el fin de proveer servicios en economías latinoamericanas. Metas y expectativas que resultaron en la formal inclusión de ALC en la BRI al considerar, según la Declaración final de la Segunda Reunión Ministerial del Foro China- CELAC (Santiago de Chile, enero 2018) que “...para China, los países de América Latina y el Caribe forman parte de la extensión natural de la Ruta de la Seda Marítima y son participantes indispensables de la cooperación internacional de la Franja y la Ruta...”
Como resultado, proyectos ferroviarios (Belgrano Norte), logística portuaria (Uruguay, Colombia, Perú), rutas, telecomunicaciones (Brasil, Argentina, México), corredores y canales bioceánicos (Argentina - Chile, Brasil-Chile a través de Bolivia, Panamá), forman parte del compromiso sino-latinoamericano bajo los auspicios de la BRI y, en los hechos, rediseñan el espacio geoeconómico latinoamericano.
No obstante este marco general positivo, no debemos soslayar aspectos considerados cuestionables de la BRI que a nivel regional han generado críticas. Entre los principales, podemos destacar: bajos niveles de encadenamientos tecnológicos, condicionalidades impuestas a economías receptoras para la recepción de créditos, aumento en niveles de endeudamiento regional ante instituciones financieras chinas, carencias sobre transparencia en procesos licitatorios, inadecuada ponderación sobre impactos medioambientales, y desplazamientos de pueblos originarios y residentes, en áreas consideradas prioritarias para el desarrollo de proyectos.
Conclusiones
El escenario económico post pandemia interroga sobre el futuro regional de la BRI. En tal sentido, China confirma su compromiso de acción cooperativa con ALC mediante inversiones y créditos. Por lo tanto, una adecuada planificación a nivel subregional Mercosur, Alianza del Pacífico y sintonía con programas como el IIRSA, favorecerían una mejor articulación con los proyectos BRI.
Para ALC, la BRI representa una oportunidad para reducir graves carencias en materia de conectividad, integrando, de hecho, fronteras que la política no suele borrar. En planos secundarios de acción, pero sinérgicos, la BRI obliga a la articulación de esfuerzos público-privados, entre actores estatales y no estatales, organizaciones laborales, asociaciones empresarias, profesionales y el mundo académico en el que las universidades, como plataformas de formación y difusión, son esenciales.
En síntesis, la BRI es un vector que acelera la difusión y cooperación inter-cultural sino–latinoamericana y convalida mutuas aspiraciones sobre formación de una “sociedad para el desarrollo compartido”.
Sergio Cesarín es docente de la Maestría en economía y negocios en Asia del Pacífico e India. Investigador del CONICET. Coordinador del centro de estudios sobre Asia del Pacífico e India (CEAPI) de la UNTREF.
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