25/08/2020

Brecha digital de género: un desafío para América Latina acelerado por la pandemia

 

Parte de la literatura evidencia que no existe nada más inclusivo en este mundo que la tecnología. Acerca pueblos remotos, le facilita la vida a los discapacitados, permite el diagnóstico médico sin necesidad de una presencia física, brinda oportunidades laborales acortando distancias y saltando fronteras.

Y también, entre esas ventajas que igualan e integran se encuentra la incorporación de las mujeres en la economía global. Las nuevas tecnologías proporcionan acceso a los mercados mundiales y por lo tanto pueden ofrecer más oportunidades para la incorporación femenina a la economía global a un costo más bajo. Gracias a la tecnología y al teletrabajo, se aduce que se reducen las interrupciones laborales de las mujeres producto de la maternidad. Y la inteligencia artificial y otras tecnologías, se estima, afectará principalmente tareas manuales donde se emplean en su mayoría hombres.

Ahora bien, la tecnología no es tan equitativa como parece. El mundo digital está en manos de muy pocos actores y la equidad digital de género es aún una utopía, a pesar de que el progreso avanza.

Entonces, ¿cómo afectan los cambios tecnológicos a las mujeres latinoamericanas? ¿Qué tan dispuestas están a incorporar dispositivos digitales en sus hábitos? ¿Existen percepciones distintas sobre el impacto del cambio tecnológico entre mujeres y hombres en la región?

En una encuesta que llevamos adelante entre el Instituto para Integración de América Latina (INTAL) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y Latinobarómetro, pudimos documentar la brecha de género en plena era digital. Evidenciamos así que las mujeres latinoamericanas están menos familiarizadas con el empleo y las ventajas de los móviles y la web. Desde el uso de los celulares para transacciones bancarias -37% de mujeres, contra 40% de hombres-, hasta supervisar electrodomésticos con el móvil –lo aceptan 6% más de hombres-, existen brechas de género.

Además, las mujeres se perciben menos preparadas que los hombres para los trabajos del futuro (4 % menos), y ponen mayor resistencia que los hombres al avance de los robots; el 37% de las latinoamericanas considera que son una amenaza para la humanidad (contra 34% entre los hombres).

Consultadas y consultados sobre la importancia de introducir a los niños a las nuevas tecnologías desde una edad temprana, las mujeres se muestran menos de acuerdo que los hombres (53% vs. 67%). La brecha de género en este sentido (13 puntos en promedio), alcanza máximos en Costa Rica (36 puntos) y en El Salvador, Bolivia y Perú se observan diferencias cercanas a 20 puntos.

En un contexto donde emergen nuevas modalidades de capacitación (ludificación, uso de móviles y nuevas modalidades de capacitación online), las mujeres de la región son también más reticentes que los hombres a que sus hijos reciban clases a través de la web (brecha de 7 puntos porcentuales). Hoy, como consecuencia de la pandemia, estos números son probablemente superiores, aunque la brecha seguramente persista.

¿A qué se debe semejante disparidad? ¿Cuál es su origen y su razón de ser? De acuerdo a un estudio que llevamos adelante en Argentina, junto al equipo de “Chicas en tecnología”, concluimos que de cada tres estudiantes en carreras de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática (CTIM), sólo una es mujer. En el resto de la región, el desequilibrio en la formación también persiste.

Nadie, en general, quiere estudiar algo que no conoce, que no sabe cómo funciona, que le resulta lejano. Elegimos nuestra carrera universitaria en base a estereotipos familiares y sociales, los cuales continúan a lo largo de las carreras. Estereotipos que nos empujan a pensar que no somos buenas para las matemáticas. Que las ingenierías y las carreras numéricas son para los hombres.

Durante la vida laboral, observamos también prácticas de segregación horizontal y laboral. Las mujeres experimentamos el deslizamiento de los llamados “pisos pegajosos” --no podemos ascender en nuestra carrera profesional-- y la dificultad para superar los “techos de cristal” --no podemos acceder a puestos jerárquicos--. Espacios conquistados por una mayoría masculina, y donde no tenemos posibilidad de entrar, es otra experiencia que atravesamos con bastante frecuencia en el ámbito de las nuevas tecnologías. En particular, en este campo se utilizan metáforas como “tubería con fugas” (leaky pipeline en inglés) para describir cuando las mujeres inician un recorrido educativo o profesional, pero poco a poco lo van abandonando sea por razones personales, o debido a barreras institucionales, estereotipos y otras formas de discriminación.

Y ahora, el avance del COVID-19, que parece haber acelerado el proceso de transformación digital a nivel mundial, está lejos de ser una oportunidad para las mujeres. Esta desigualdad digital que ya era evidente en la era pre-pandemia, crecerá en la post-pandemia, y ampliará la brecha laboral. Es evidente que las mujeres nos ocupamos hoy aún más de las tareas del hogar y de nuestros hijos, con mayores dificultades para dedicarnos a nuestro trabajo remunerado y para incorporar nuevas habilidades. Una encuesta realizada en 6 países de la región por el portal de empleos Bumeran concluyó que, si bien el 92,5% de las personas vieron disminuida su productividad laboral con el confinamiento y el trabajo remoto, las mujeres con hijos fueron las más afectadas: el 18,6% de las mujeres sin hijos cree que cambió totalmente su productividad, mientras que en el caso de las madres el valor se incrementa al 62,4%.

Pero no podemos cambiarlo solas. Necesitamos reformas que redistribuyan de manera más equitativa el trabajo doméstico y el cuidado no remunerado que realizan mayormente las mujeres; así como también políticas de conciliación de la vida familiar y laboral; y mecanismos para alentar la contratación de mujeres y fortalecer la perspectiva de género en políticas de empleo y educación.

Y también, por supuesto, medidas que ayuden a reducir en forma directa la brecha digital de género: becas para mujeres en ciencia y tecnología –más mujeres tecnosapiens-; educación digital para las niñas; y acciones para promover un efecto aspiracional hacia las carreras asociadas a CTIM con mujeres como modelos referenciales. Y cupos en las empresas y en la administración pública para trabajadoras con estas habilidades.

Se necesita un nuevo escenario, para un nuevo mundo. Una era donde las mujeres adquieran el protagonismo digital, y la tecnología sea, de verdad, para todos y todas.

 

Ana Basco es economista y politóloga de la Universidad de Buenos Aires, y Especialista en Integración del Instituto para la Integración de América Latina  y el Caribe (INTAL) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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