20/09/2022

América Latina frente al nuevo ordenamiento del Mundo

¿Hacia dónde vamos en esta realidad actual del mundo y qué significa el fin de la Pax Americana, esos 75 años que van desde 1945 hasta la pandemia en 2020?

Creo que esos han sido, en todos los planos, los años más brillantes de la historia de la humanidad. Fue un período de paz universal y de la presencia, como organización del mundo internacional, de valores del mundo occidental. Estados Unidos y otros países que triunfaron en la Segunda Guerra impusieron el modelo occidental de vida con sus valores judeocristianos y grecorromanos que están en el espíritu de la creación de la Naciones Unidas en el año 1945 y un año antes en Breton Woods.

Viendo esos 45 años en perspectiva hay que aceptar que ocurrieron cosas espectaculares. Se destacó la importancia de la paz en el sentido de construir un mundo regulado por un principio que anteriormente no existía: la solidaridad. Hasta ese momento predominaba la caridad de las grandes iglesias, el diezmo.

En este período, la esperanza de vida se incrementó el doble que en los veinte siglos anteriores. En la época de Jesús de Nazaret era de 30 años, cuando terminó la Segunda Guerra era de 45 años, mientras que hoy la esperanza de vida es de 75 años.

También se construyó un orden de cooperación económica y se llegó al acuerdo de que el tema de la violencia y del uso de las armas, pertenece al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que, aunque hemos tenido experiencias ingratas, de todas maneras es un punto a destacar.

Asimismo, la pobreza pasó de ser del 40% de la población en 1945 a ser hoy del 10%. Pero como la población se multiplicó, todavía representa a mucha gente. Otro dato es que en esa época éramos 51 países independientes y hoy somos 200. Estos elementos vistos en conjunto nos muestran la importancia de ese período que fue de una enorme creación de oportunidades . No podemos dejar de pensar que la Pax Americana fue precedida por un período muy violento. Los años que van desde 1914 hasta 1945 fueron los peores en la historia de la humanidad. Dos guerras, cien millones de muertos, el Holocausto y la crisis económica más violenta de la historia. Creo que esa Pax terminó.

La pandemia fue, en buena medida, un precipitante de su culminación. Por un lado, puso arriba de la mesa que somos una especie y que podemos desaparecer como todas las especies que viven en este planeta. Por otro, comenzó a percibirse la aparición de una fuerza competidora del liderazgo económico y social del mundo que es China.  Además de despertar la conciencia de que este país en 70 años había hecho un milagro: pasó a ser, de golpe, el primer comerciante del mundo, con una gran cantidad de activos en materia tecnológica, reducción de la pobreza, etcétera.

Anteriormente, la potencia que estaba enfrente, Europa, era una aliada que complementaban el poder de Estados Unidos. Pero ahora tenemos en el escenario una potencia que aspira a compartir o por lo menos a formar parte del liderazgo universal. Cuando observamos el momento actual, el tema es fundamentalmente cómo se organiza el período que va a venir con respecto al liderazgo mundial. Y hay grandes peligros.

Podemos aspirar como personas civilizadas a que esa transición se haga a partir de compartir el liderazgo universal compitiendo. Pero lo que no podemos imaginar es lo que significaría una confrontación entre una y otra potencia para esta nueva etapa. El gran desafío que tiene hoy la humanidad es que la actual transición hacia un nuevo orden mundial no derive en la confrontación entre Estados Unidos y China. Si bien en Estados Unidos el enfrentamiento que hay en la sociedad es muy grande, el único punto que los une a todos es el “anti chinismo”. Lo cual es preocupante porque si la sociedad no tiene alguna flexibilidad para adaptarse, y si los líderes se vuelcan a la intransigencia de no atreverse a compartir y a convivir, estamos ante un problema complicado.

Cuánto a la guerra en Ucrania, jamás debería ocurrido semejante agresión, y hoy la realidad es que nos encontramos frente a un escenario en lo cual se quebró a capacidad de imponer la paz.  Y , lograr la paz en Ucrania es muy importante, no solamente por las muertes que están ocurriendo todos los días, sino porque la consolidación de este conflicto por largo tiempo puede cambiar las fronteras económicas y políticas del mundo.

No olvidemos que Rusia es Occidente, forma parte de Europa que va desde el Atlántico hasta los Urales. De alguna forma esta confrontación puede alterar significativamente los balances políticos del mundo y las corrientes comerciales. Por ejemplo, en este momento se está constituyendo una corriente comercial ruso-china, que es muy importante para ambos, pero que significa una ruptura con otro tipo de corrientes que afectan directamente al mundo occidental.

El tema de Ucrania es importante por el hecho político mismo, pero también porque de alguna forma está incidiendo en generar estos pactos de China con Rusia y ahora India también está vinculándose. Existe un interés que va más allá del conflicto en sí mismo para que no incida en que la transición que nos espera tenga otras fronteras. Consideremos, por ejemplo, la importancia que ha tenido el conflicto en términos de alimentación o producción de fertilizantes.

Otro desafío es el económico. Hoy tenemos sobre la mesa un proceso de inflación internacional y sabemos por lo que ocurrió en la crisis de 2008 que la inflación es una mala amiga de la estabilidad y de los sectores más pobres de la sociedad. Entretanto las soluciones propuestas siguen siendo las tradicionales, subir la tasa de interés, cortar el crédito, etcétera. Esto va a tener implicaciones importantes de tipo económico y social y va a afectar a nuestra región también como bien nos lo recordaron los años 1982 y 2008.

América Latina, frente a este panorama, tiene lo que ha tenido siempre y sabemos que las guerras producen un aumento de los precios de la materia primas y eso trae como consecuencia beneficios económicos a los países que las exportan y esa bonanza dura poco. Pero esta vez creo que el horizonte va a ser más breve que en otras oportunidades.

En ese sentido, me preocupa el silencio de América Latina en el debate internacional. Aunque la región sea relevante en todos los temas, no tiene posición frente a los hechos que están ocurriendo en el mundo. Lo cual es injusto con la historia de la región y su responsabilidad.

América Latina hoy es una potencia mundial que cuenta y contará más en el futuro. Tenemos la tercera parte del agua potable del mundo y somos el 8% de la población, mientras que China tiene el 7% del agua potable y son casi el 20% de la población mundial.  Además, la tercera parte de las tierras arables del mundo están en América Latina. No olvidemos que a China le falta tierra y agua, esa es su debilidad. Y lo tiene que resolver entre Australia, Nueva Zelanda y el Mercosur. Hay que destacar que América Latina también posee una enorme capacidad de producir recursos energéticos y recursos minerales.

Somos una potencia que como región no se puede ignorar en el mundo y por lo tanto tiene una cierta autoridad que debe ejercer responsablemente. En el pasado hemos tenido responsabilidades que ahora estamos dejando de lado, no estamos actuando como región y los organismos internacionales que nos representan están debilitados, por lo que esa presencia se hace más difícil.

La pregunta concreta es ¿cómo orientarnos para aumentar la presencia de América Latina y así contribuir a la pacificación del mundo y al entendimiento internacional?

Lo primero que debería América Latina, es pronunciarse en el tema del medioambiente. Ya lo ha hecho en Naciones Unidas, pero tendría que ir más allá. Si, por ejemplo, pudiéramos tener un pacto amazónico con todos los países que comparten esa zona, nos daría una gran autoridad. Además, podríamos tener un pacto vinculado al tema de la alimentación -América Latina es un gran proveedor de alimentos al resto del mundo. Lo mismo con respecto a la salud. Estamos en condiciones de tener un pacto sanitario a partir de las lecciones que nos dejó la pandemia. Si América Latina tuviera respuestas claras en estos temas ganaría autoridad política, intelectual y moral en el mundo.

Otro desafío que trae la conjuntura actual es el del comercio internacional. América Latina ha sido particularmente muy dinámica en este campo. Desde el GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) en 1947 y luego con la declaración de Punta del Este  en 1986 y la posterior formación de la OMC. Pero comienzan a aparecer cosas nuevas. Hemos visto la gran dimensión de tratados y de acuerdos internacionales como forma complementaria de la OMC.

Y está muy bien, pero hay que ir un poco más adelante y entender que ha aparecido un nuevo elemento que es muy peligroso: la seguridad en el comercio internacional, el “comerciamos con amigos”.  Entiendo las motivaciones, pero es muy peligroso y muy negativo para un comercio libre y competitivo.

El edificio del comercio que surgió de la OMC está en peligro y además se introduce ahora un nuevo elemento que nos puede complicar las inversiones. Si las empresas se van a desplazar que lo hagan, pero ¿quién va a determinar si un país es amigo o enemigo?

Junto con el comercio tenemos que pensar hacia adentro. Soy muy “mercosuriano”, los uruguayos tenemos 2% del Mercosur y dependemos de esa estructura en una forma total, y entiendo que tenemos que vitalizarla. Mi idea es seguir pensando en la forma flexible de la ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración), una institución de los años sesenta que trató de flexibilizar los objetivos demasiado ambiciosos que tuvimos con la ALALC (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio). Hay que pensar en acuerdos parciales que nos permitan mayor flexibilidad entre nosotros. lo que asociado con el sector privado nos daría un elemento importante para manejarnos en materia internacional. Finalmente, considero que América latina debería tener un programa regional de Educación. Existen organismos para esto y una estructura institucional que podría arropar estos objetivos.

Este texto es la síntesis de una exposición oral que Enrique Iglesias ofreció en la Fundación Foro del Sur

 

Enrique Iglesias es presidente de la Fundación Astur, fue presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) desde 1988 hasta 2005. Desde 2005 hasta 2014, estuvo a la cabeza de la Secretaría General Iberoamericana (Segib)

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