19/02/2022

La oportunidad antártica

El 22 de febrero celebramos el día de la Antártida Argentina. Fue ese día en 1904 que se inauguró el Observatorio Meteorológico en la Isla Laurie, Orcadas del Sur -futura Base Orcadas-, que se considera el hito de inicio de nuestra permenencia en el continente blanco y la única base habitada de forma permanente hasta la década de 1940. Dos años antes, el alférez José María Sobral se había sumado a una expedición sueca en la zona, y el hundimiento de ese buque abrió la puerta a la intervención argentina, que fue al rescate con la Corbeta Uruguay comandada por el Teniente Julian Irízar.

Desde entonces, la bandera argentina ha sido parte del paisaje antártico, no sólo en múltiples expediciones, sino también, en asentamientos y bases con actividad científica, y protagonizando la organización de su gobernanza.

Anticipando lo que sería el corazón de la actividad global en este continente, Argentina fundó el Instituto Antártico Argentino en 1951 dando cuenta, además, de la importancia central de la ciencia en la política antártica.

En 1959 fue uno de los actores centrales de las negociaciones y firma del Tratado Antártico, siendo uno de los 7 miembros consultivos que reclama soberanía, de los 12 que estaban en esa mesa. Ese número se incrementó hoy a 29, y en el sistema actual hay que sumar a los miembros adherentes que son 25 más. En reconocimiento a su actividad y presencia, en 2001, Argentina fue elegida por unanimidad Sede Permanente del Tratado Antartico, después de 10 años de negociaciones.

La presencia actual se manifiesta en sus seis bases permanentes: Belgrano II, Carlini (ex Jubany), Esperanza, Marambio, Orcadas y San Martín; y sus siete bases temporales: Brown, Cámara, Decepción, Matienzo, Melchior, Petrel y Primavera. La actividad científica de las mismas es dirigida por el Instituto Antártico dependiente de una Dirección del área en la orgánica de laCancillería. Son las FF.AA. a través del Comando Operacional quienes conducen todas las actividades de apoyo logístico a través de las campañas antárticas anuales.

El espíritu de la gobernanza que funda el Tratado es la cooperación científica y la presencia y uso del territorio con fines pacíficos. Con duras negociaciones según la época, a lo largo del tiempo transcurrido, el Tratado se convirtió en Sistema, y hoy integran la gobernanza del continente tres acuerdos: las convenciones: Conservación de Focas Antárticas (1972), y Conservación de Recursos Vivos Marinos Antárticos (1980); y el Protocolo sonre Protección del Medio Ambiente (Protocolo de Madrid) y sus anexos (1991).

Quienes han participado de las negociaciones de cada uno de los instrumentos normativos que mencionamos, dan cuenta que hubo forcejeos, y disputas, y que los interesesdivergentes estuvieron y están a la orden del día, pero una burocracia competente en el tema en los diversos países ha logrado que los intereses antárticos nacionales coordinen y obtenga lo alcanzado: conservación ambiental, cooperación científica y la no explotación comercial de los recursos naturales minerales. Además, se regulóexitosamente otro tipo de actividades como el turismo, o la pesca. El poder no puede manifestarse militarmente y lo hace a través de la ciencia.

El siglo XXI pone a prueba ese espíritu y este tipo de gobernanza. Los recursos antárticos tienen carácter estratégico a tal punto que su regulación suscitó fuertes controversias hasta llegar a las convenciones. No sólo hay recursos vivos marinos, sino también minerales y energéticos, y una biodiversidad que es explorada en todas las actividades científicas y que hoy, con la bioprospección, arroja debates vinculados a los pantentamientos. Es estratégica también la inmensidad de su agua dulce en un mundo en el que escasea.Y cobra significado valioso en la agenda global la importancia que da la ciencia al continente blanco como regulador del cambio climático.

A su vez, agotados los continentes de conquista, los grandes poderes exploran los espacios no explotados. Y en ellos, la soberanía tiene otra forma de manifestarse. La referencia que la literatura académica hace a la soberanía de los espacios globales (ciberespacio, espacio exterior, fondos oceánicos y alta mar), es perfectamente asimilable a lo que ocurre en la Antártida. Los estados ejercen allí soberanía con presencia, es decir, sólo quien dispone de tecnología de punta, capacidad económica, e institucional, puede estar en el lugar, impedir que otros estén, conocer y /o explotar lo que encuentra.

La competencia geopolítica internacional creciente augurapara esos espacios -todos los cuales tienen algún tipo de Gobernanza global- disputas en clave de este siglo: la presencia y actividad da derechos que incluyen la participación en la elabración de las regulaciones. La Antártida no escapa a esta lógica aun cuando tenga un sistema de regulación más robusto.

Eso explica que China haya duplicado sus bases en los últimos 10 años; que EE.UU. sea el quien tiene mayor presencia física en el continente, incluyendo al sector privado de su país; y que Rusia continúe haciendolo parte de su política. También, que surjan nuevos jugadores, incluso del ámbito privado, y que se incremente la actividad científica vinculada a la bioprospección y patentamientos. También intereses encontrados, como la propia Organización de Naciones Unidas presionando para participar de la administración y considerandola un bien común de la humanidad.

¿Podrá la Antártida mantener la gobernanza que ha tenido hasta acá?

Los realistas dirán que mantuvo este espíritu científico, pacífico y cooperativo porque su valoración estratégica no ha sido hsta ahora lo sufientemente interesante para la competencia global, y los idealistas los enseñarán como evidencia de lo que puede lograr la comunidad internacional si hay voluntad política. Lo cierto que al incrementarse su valor estratégico la pregunta es pertinente.

¿Que grietas tendrán las normas para que actores privados y poderes globales con poder y tecnología, logren hacer preponderar intereses comerciales y económicos sobre los científicos y pacíficos? ¿Podrá, ante la posibilidad de revisión del Protocolo de Madrid en 2048, mantener la prohibición a la explotación de minerales frente a la creciente divergencia entre población y recursos? ¿Predominará el interés humanitario del cambio climáticos sobre los intereses particulares de algunos estados de conducir las agendas globales en beneficio propio?

La escasa relevancia argentina en el escenario global sumado a su limitada capacidad en recursos es una mala noticia para nuestros colores en el continente blanco. Puede blandir con orgullo que, pese a las crisis recurrentes, la política antártica ha sido una gran política de Estado. Sin embargo, eso hoy no asegura ningun beneficio concreto. Lo es también la recuperación de las Islas Malvinas, y el horizonte de su regreso a nuestros colores esta muy lejos. Que sean políticas sostenidas, no asegura que sepamos que hacer con estos territorios si los consiguiéramos. No logramos un desarrollo sustentable en la Patagonia, ni una explotación de nuestro Atlántico Sur que sea parte de nuestro desarrollo, ¿Como podemos imaginar las políticas sobre lo que no tenemos con plena soberanía?

Por eso es tiempo de dar lugar a políticas creativas. Mantener y fortalecer la presencia continúa siendo vital. Facilitar que nuestros científicos y nuestras empresas pueden estar en la vanguardia de las investigaciones también. Haber logrado que nos eligieran sede del Tratadonos da una ventaja que se puede explotar en servicios de todo tipo y para todo el mundo. Pero que suena a quimera ante la falta de polítcas de desarrollo doméstico. La distancia entre nuestro continente y la Antártida (aproximadamente de 1000 km), favorecen el impulso de un proyecto que viene dando vueltas hace tiempo: convertir a Ushuaia en un centro de prestación de servicios logísticos antárticos a países, empresas, y compañías turísticas. Pero requiere una política sosteniday una concresión urgente. Gran Bretaña en nuestras Malvinas, Chile en Puerto Williams son dos potenciales competidores. Pero Argentina tiene en Ushuaia todo para serlo. Falta alinear voluntades politcas y económicas. 

Pero también la Antártida puede ser el lugar donde nos animemos a liderar una política regional que le de volumen político a nuestros intereses en las discusiones y debates futuras sobre su gobernanza. Ya patrullamos con Chile sus aguas. Es un gran antecedente que podemos ampliar.

Pensar la soberanía en la Antártida en clave Argentina hoy es mantener nuestra presencia en el continente, nuestro protagonismo en la formulación de las normas, nuestras capacidades y nuestros científicos con acceso a la vanguardia tecnológica, nuestros empresarios sumándose a la política de investigación y compitendo por patentar, nuestro Sur definiendo políticas de desarrollo que integren la actividad productiva de nuestro mar del Atlántico, y a nuestros políticos acordando con los países regionales posiciones en los organismos internacionales, actividades y seguridad en el área, frente común en las batallas que vienen. Porque tener la Antartida en nuestro mapa y con nuestros colores, es mucho más que una voluntad, es un compromiso y una resposabilidad.

La primera de ella es el valor estratégico del Continente. Como ya se ha mencionado, el mismo está dado en el presente por su potencialidad para brindar recursos naturales y productos derivados de ellos en un mundo en el que la escasez de estos parece ser un futuro inevitable. Además, su ubicación geográfica le otorga características singulares respecto al despliegue que permite hacia otras partes del globo y sus particularidades climáticas lo hace un laboratorio natural ideal para investigaciones científicas. En segundo lugar, el año 2048 abre la posibilidad de renegociar el Protocolo Ambiental. Si bien cualquiera de los 33 Estados parte del Protocolo puede pedir una revisión del mismo en cualquier momento, se necesita consenso de la totalidad para realizar cambios en el instrumento. Sin embargo, a partir de 2048 cualquier modificación a los términos de dicho protocolo puede ser aprobado por una mayoría de 3/4 de las partes. Teniendo en cuenta la primera premisa, puede suponerse que exista en el futuro Estados que vean la oportunidad de quitar este protocolo como una opción coherente en pos de sus intereses nacionales. Si tenemos en cuenta que grandes potencias como China y Rusia muestran un marcado interés por los recursos minerales que allí existen para satisfacer las demandas futuras de sus poblaciones y garantizar su desarrollo y posición político-estratégica esta premisa se refuerza.

Ligado a lo anterior, se debe tener en cuenta el fenómeno del cambio climático como multiplicador de riesgos globales. El adelgazamiento de las capas de hielo, el cambio en la disposición actual en los recursos naturales en el resto del globo y el agotamiento de estos harían de la Antártida una reserva pasible de ser explotada.

 

Lourdes Puente es politóloga (UCA), Magister y Doctora en Relaciones Internacionales(Flacso y USAL). Directora de la Escuela de Política y Gobierno, de UCA. Docente  en las universidades Católica Argentina y Austral. Presidenta de la Red Nueva Acción Política y de la Fundación Universitaria del Rio de la Plata. Miembro de la Comisión Asesora del Instituto Iberoamericano de Educación y Productividad (IIEyP) en Argentina.

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