17/10/2020
La ofensiva de Azerbaiyán a lo largo de la línea de contacto de Nagorno-Karabagh (República de Artsaj en idioma armenio) con Azerbaiyán iniciada el pasado 27 de septiembre reaviva un “conflicto congelado”, que se origina a partir de los cambios geopolíticos en la región del Cáucaso, como consecuencia de la disolución de la ex-URSS. Nos referimos a los intentos de Azerbaiyán de echar por tierra el derecho a la autodeterminación del pueblo de Nagorno-Karabaj, lo que motivó la resistencia de las fuerzas de defensa locales así como la negativa de sus habitantes a dejar sus tierras. El 20 de febrero de 1988 afloraron, por un lado, las reivindicaciones identitarias y territoriales de los armenios karabajíes, cuya presencia en la región se remonta a más de tres mil años de historia y, por el otro, los reclamos de los turcos azeríes favorecidos por la política de “dividir para reinar” de la ex-URSS de comienzos del siglo XX; ambas posiciones confrontadas que hoy salen a la luz se mantuvieron en sordina durante setenta años.
Algunos medios presentan a los armenios como “separatistas” omitiendo de manera malintencionada o por desconocimiento que los armenios de Artsaj son nativos de ese territorio. No son armenios porque fueron de Armenia; son armenios porque Artsaj siempre formó parte de la Armenia geográfica e histórica. También ignoran el proceso constitucional y sobre todo el derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos, asociado al principio de autodeterminación, incluido en diferentes textos internacionales como la Carta de las Naciones Unidas, firmada al término de la Segunda Guerra Mundial. Por su parte Azerbaiyán se basa en el principio de la integridad territorial aún cuando en ese territorio vivieron los armenios desde la antigüedad, anexado en forma arbitraria en un contexto en tensión como lo es la región del Cáucaso. La violación de la integridad nacional de un país no puede concretarse por los propios habitantes de esa tierra, sino por un estado extranjero.
El carácter multiétnico de dicha región promovió diversos conflictos no resueltos hasta hoy, favorecidos por su geografía montañosa y su ubicación en el cruce de caminos entre pueblos que se enfrentaron, pero que también tuvieron momentos de interacción comercial. Allí se ubican las repúblicas de Armenia, Georgia, Azerbaiyán y la República de Artsaj, aún no reconocida, sin omitir las repúblicas de Abjazia y de Osetia del Sur, con un pasado común que se remonta al siglo XVIII cuando el Imperio zarista avanzó sobre territorios del Imperio persa y del otomano. La región se vio afectada en mayor o menor medida por estos tres imperios y los tres países que de ellos surgieron, Rusia, Turquía e Irán están hoy presentes, cada uno con sus objetivos, para garantizar sus propios intereses. Para la comprensión de este presente complejo es necesario remontarse a sus orígenes históricos.
Los armenios, con una fuerte carga identitaria en la región, centran su reclamo en su presencia desde la antigüedad, mayoritaria en la actualidad. No obstante, en 1921, el Comisario del Pueblo para las Nacionalidades, José Stalin, con la finalidad de que las poblaciones del Cáucaso se neutralizaran entre sí, asignó el territorio de Nagorno-Karabaj (Artsaj) a Azerbaiyán como una región autónoma (oblast), a pesar de su composición étnicamente armenia. De ese modo, el 7 de julio de 1923 fue creada oficialmente la Región autónoma de Nagorno-Karabaj, en la jurisdicción de Azerbaiyán, que desde entonces aplicó la política de “limpieza étnica” de la población armenia del lugar.
Si bien la estrategia de creación de enclaves autónomos rodeados de pueblos diferentes o incluso enemigos afectó notablemente a la población armenia de Artsaj (a 15 km de Armenia) ésta vivió en una tensa paz, según el principio de la “amistad de los pueblos” impuesto por el régimen soviético cuya política centralizadora tendió a esmerilar sin éxito las diferencias nacionales.
La latente aspiración de la población armenia de Artsaj a no someterse al yugo turco de Azerbaiyán encontró su oportunidad en febrero de 1988 cuando, esgrimiendo el principio de autodeterminación, solicitó por referéndum, según permitía la Constitución, su inclusiónen la República de Armenia. Bakú no solo rechazó este pedido sino que respondió organizando el pogromo de armenios que habitaban en la ciudad azerbaiyana de Sumgait. Se originó entonces un conflicto armado por la pretensión de Bakú de que la población armenia abandonara no sólo el territorio de Azerbaiyán sino también de Artsaj. Los armenios no dejaron este territorio por considerarlo propio, pero sí huyeron de Sumgait, una de las principales ciudades de Azerbaiyán y también de Kirovabad, Bakú y varias otras ciudades como Artsvashén, Getashén, Janlar, Shahumyán, como consecuencia de las persecuciones y matanzas. A partir de entonces se exacerbaron las tensiones dando origen a los primeros enfrentamientos armados en Artsaj
La declinación y posterior disolución de la ex-URSS, en 1991, promovieron cambios profundos en la región despejando el camino hacia la proclamación de la independencia de las repúblicas que la conformaban; Azerbaiyán, el 31 de agosto y, al mes siguiente, el 21 de septiembre, lo hizo Armenia por referéndum, aunque su constitución en república databa del 23 de agosto de 1990. El 2 de setiembre de 1991 Artsaj declaró su independencia, que el 10 de diciembre fue ratificada por un referéndum de su población, según el principio de autodeterminación de los pueblos. La respuesta de Bakú fue la disolución de Nagorno-Karabaj como región autónoma el 2 de enero de 1992, es decir la conculcación de sus derechos y el inicio de la ofensiva contra la capital, Stepanakert, promoviendo una guerra que se extendió hasta 1994.
La situación desventajosa de Artsaj con una población de ciento cincuenta mil habitantes frente a Azerbaiyán con más de siete millones fue determinante en la organización de su autodefensa, logrando no sólo detener la ofensiva de aquélla sino también liberar el territorio para establecer una continuidad territorial con Armenia, de vital importancia, y un espacio estratégico para garantizar su supervivencia.
En 1994 el Grupo de Minsk OSCE (Organización de Seguridad y Cooperación en Europa), creado para la resolución pacífica de conflictos, intervino como mediador ante cada conflicto en la región. Luego de treinta años de cese del fuego, el 27 de septiembre último (como lo había hecho ya en abril de 2016 y en julio pasado) Artsaj sufrió los ataques de Azerbaiyán, esta vez más preparada y fortalecida por el abierto apoyo de Turquía.
El Grupo de Minsk, co-presidido por Francia, Rusia y Estados Unidos, hoy se enfrenta a un panorama más complejo por la intervención de Turquía, que aspira a tener mayor injerencia en la región. Los co-presidentes del grupo de Minsk han hecho declaraciones a favor de la resolución pacífica del conflicto; pero como sostiene Folleboukt[1] sobre la importancia de la intervención activa de Rusia para su solución: « Los conflictos congelados encuentran su origen en la expansión de Rusia y no podrán ser resueltos sin su participación.”
A fines de septiembre Azerbaiyán se ha lanzado a la “reconquista” de territorios que considera propios con el apoyo militar explícito de Turquía que interviene con impunidad no sólo en los conflictos del Medio Oriente y en el Mediterráneo por los recursos gasíferos, sino también en el Cáucaso mediante el reclutamiento y envío a su país aliado de mercenarios e islamistas de la ciudad siria de Afrín. Varias son las motivaciones del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, en este involucramiento directo en la guerra; en particular se propone el control de los flujos de petróleo y la expansión de su zona de influencia militar, objetivos evidentes y explicables por su disputa con Rusia por el liderazgo. Pero la razón histórica más profunda, más allá de cualquier racionalidad política, es la identificación étnica turca en común, que Erdogan y Aliev, presidente de Azerbaiyán, expresan cuando se presentan como “una nación, dos Estados”.
El plan actual de Azerbaiyán y Turquía de vaciar los territorios históricos armenios de sus habitantes se inscribe en el antiguo proyecto panturquista de unificación territorial de los pueblos de origen turco desde el Asia Central hasta el Mediterráneo, cuya prueba visible fue el genocidio de los armenios del Imperio otomano y la apropiación de sus territorios durante la Primera Guerra Mundial. Por ello, tanto en Artsaj como en Armenia y en la diáspora, la ofensiva de Azerbaiyán es percibida como amenaza existencial de un nuevo genocidio.
Nélida Boulgourdjian es doctora en Historia y Civilización, docente y investigadora del Instituto de Estudios sobre Diversidad Cultural de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF).
[1] Xavier Follebouckt (Les conflicts gelés de l’espace post-soviétique. Genese et enjeux, Presses Universitaires de Louvain, 2012)
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