23/05/2022
Buscando una definición sobre la guerra en Ucrania, me parece interesante recordar el pensamiento de John Keegan, historiador inglés que fuera docente en la Academia Militar de Sandhurst. Al comenzar su obra clásica, A History of Warfare, lo hace con cuna afirmación rotunda: "La Guerra no es la continuación de la Política con otros medios. El mundo sería más fácil de entender si fuera cierto este axioma de Clausewitz". Keegan postula que la Guerra es un “constructo cultural complejo". Como señala, “somos animales culturales y es la riqueza de nuestra cultura la que nos sirve en nuestra innegable capacidad para la violencia, convencidos, no obstante, de que su brote es una aberración cultural".
Con estos antecedentes buscaremos analizar el enfrentamiento ruso -ucraniano definiéndolo, a priori, como un caso de violencia aplicada a la resolución de un conflicto que es atravesado por diversas políticas y, cuyos recursos tecnológicos y justificaciones éticas, son utilizados según aparezcan como más útiles a los diversos actores. Es decir que no existe un "momento político" interrumpido por un "momento de la guerra". Y, solamente mirándolo como un continuo que enlace política y violencia, estaremos en condiciones de interpretar sus orígenes, su desarrollo y sus consecuencias.
No creemos caer en una arbitrariedad. Sobre todo, si pensamos que Clausewitz fue bastante más sutil y complejo que su simplificada definición. En Der Krieg dice el pensador que "la Guerra es la continuación de la realidad política con la intrusión de otros medios ". Una complejidad, no una alternancia. Por lo tanto, nos proponemos hablar de política, violencia y tecnología.
La primera víctima
Hace casi un siglo (1928), el político británico Lord Arthur Ponsonby, pasó a la inmortalidad de las definiciones sintéticas: "Cuando se declara la guerra la verdad es la primera víctima”. Entonces se refería a la Primera Guerra Mundial. Realmente había acuñado un apotegma universal que pocas veces podría ser más aplicable que a la situación entre Rusia y Ucrania. De hecho, los propios sectores enfrentados no se ponen de acuerdo ni siquiera sobre la definición del enfrentamiento. Para Volodomir Zelenski y sus aliados de Occidente se trata de una “Guerra”. Para Vladimir Putin es simplemente una “Operación Militar Especial”.
Un lado considera tratarse de un caso de defensa extrema contra una agresión que pone en riesgo la existencia misma de la identidad nacional (y coquetea peligrosamente con una Tercera Guerra Mundial). El el otro cree es una intervención preventiva y controlada que tiene como objetivos, proteger a las minorías ruso parlantes del Donbass, desnazificar a un vecino potencialmente agresivo y evitar el peligro estratégico de una ampliación del espacio OTAN. Las consecuencias de estas definiciones no son menores. Tienen que ver con la visión de causalidad, los objetivos buscados, la elección de los medios a utilizar y los requisitos para la paz. Las palabras, recordemos, tienen una función performativa. Es decir que no se limitan a describir los hechos, sino que, en ciertas circunstancias, al ser expresadas crean las condiciones de producción de esos hechos.
Posicionándonos en el campo de la teoría militar, creemos conveniente interpretar esta aparente confusión terminológica en el marco (actualmente en debate) de las "estrategias híbridas" que parecen estar dominando los campos de batalla de este confuso Siglo XXI. La "hibridez" es una doctrina de "Zona Gris " donde se combinan el uso de la fuerza (convencional o irregular), con las operaciones cibernéticas, las migraciones, los recursos naturales, las noticias falsas, la diplomacia, los enfrentamientos jurídicos, las sanciones económicas e inclusive, las intervenciones electorales en terceros países. Una ventaja de este modelo, es que el agresor puede evitar que le atribuyan el ataque. Como señalan algunos comentaristas en Internet " una idea en cierto modo similar a la negación plausible". Vaya como ejemplo que, en el año 2021, fuentes atribuidas a la UE y a la OTAN, calificaron como “ataque híbrido “la crisis migratoria entre Bielorrusia y la Unión Europea
Digresión sobre tecnología y usos de la guerra
Una de las noticias destacadas de Ucrania, a casi tres meses de comienzos del conflicto, fue la destrucción de un tanque T 90 (el más moderno blindado del arsenal ruso, valorado en 25 millones de dólares) por un infante ucraniano, armado con un antitanque sueco Carl Gustav (valorado en 200 mil dólares). Retengamos este hecho que no es menor porque es una de las claves que nos permite entender lo que está sucediendo en el actual conflicto. Un hombre versus un tanque. La tecnología está efectivamente cambiando el campo de batalla.
Gregoire Chamayou, comienza su excelente libro, Teoría del Dron, citando a Simone Weil: "El método más defectuoso posible, consiste en abordar la guerra por los fines perseguidos y no por el carácter de los medios empleados". Es un lugar común, que roza peligrosamente la verdad, decir que los ejércitos se preparan siempre para ganar la guerra anterior, y no la futura. El apotegma tiene su lógica. Los militares parten de analizar la experiencia histórica, propia y ajena, para diseccionarla prolijamente en busca de aciertos y errores y, a partir de ello, diseñar sus capacidades futuras. Esa lógica lleva a veces a trágicas confusiones.
El caso más conocido ocurrió con alemanes y franceses entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Ambos países habían visto a sus ejércitos, construidos bajo sombra de la movilidad napoleónica, enterrarse en inverosímiles líneas de trincheras donde reinaban la ametralladora y el alambre de púa. El análisis en la Entreguerras fue similar. Las respuestas, diametralmente opuestas.
Los franceses privilegiaron la defensa estática y construyeron la Línea Maginot. Los alemanes, privilegiaron la ofensiva y diseñaron la Blitz Krieg (letal combinación del Panzer y el Stuka). El resultado es sobradamente conocido. Lo que quizás se sepa menos, es que el Ejército Francés tenía más tanques que el alemán. La diferencia es que franceses pensaron los suyos como artillería móvil y los distribuyeron en unidades pequeñas. Los alemanes, los pensaron como caballería y los concentraron en Divisiones Blindadas. Es un claro ejemplo del uso de nuevas tecnologías militares aplicadas a dos intencionalidades políticas diferentes. En ese marco creemos que el conflicto ruso-ucraniano podría llamarse la “Guerra del Dron”. ¿Por qué?
Hoy vemos un ejército considerado el 2do del Mundo enfrentado a otro que ranquea cómodamente en el puesto 32. Lo que imaginaban sería una operación que no duraría más de 10 días, se encuentra empantanada llegando a su tercer mes. Vemos un ejército de tanques/infantería móvil detenido por un ejército dotado masivamente por misiles Javelin, Stinger, proyectables Carl Gustav y drones turcos Bayraktar. Además, están en acción las redes de Internet Satelital de Elon Musk (y seguramente la inteligencia OTAN) que permitió detectar y hundir a dos naves emblemáticas rusas: El crucero Moscú y la fragata misilística Almirante Makarov. Un conflicto asimétrico sin duda. Porque es asimétrico el uso de los medios empleados. Un ejército de la Modernidad enfrentada a otro de la Posmodernidad. Un ejército pensado para el siglo XX enfrentando a un oponente que lo desafía a luchar en el siglo XXI.
El Papa y los Generales. Una prospectiva posible del Conflicto
Comencemos combinando fuentes poco convencionales en busca de una explicación que dé cuenta de las particularidades del actual conflicto. En recientes declaraciones al Corriere della Sera, nos decía el Papa Francisco: "Los ladridos de la OTAN (cerca de la frontera con Rusia) facilitaron (el desarrollo del conflicto). Lo que está claro es que en esta guerra se están probando armas nuevas. Los rusos ahora saben que los tanques sirven de poco y están pensando en otras cosas".
Alguien funcionalmente en las antípodas del Pontífice, el General Mark Milley (chairman del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos), opinaba: "Será (un conflicto) muy extendido en el tiempo. Creo que puede medirse en años”. Y, en momentos de escribirse esta nota, Chistine Wormouth (Secretaria del US ARMY) advertía al Senado de su país, que los plazos para reemplazar las reservas de misiles Javelin y Stinger cedidos a Ucrania podrían superar el año.
OTAN, Años, Misiles
Quizás podamos clasificar al conflicto ruso-ucraniano como parte de los llamados conflictos postcoloniales por los que atraviesa Rusia en su intento de redefinirse a sí misma después de la implosión de la ex URSS, considerando a Ucrania y Crimea como parte constitutiva de una historia cultural y de una zona de influencia innegociable.
Quizás podamos inscribirlo en un esfuerzo estadounidense de mantener un rol hegemónico en un mundo que avanza hacia la multipolaridad. Eso explicaría, entre otras cosas, el cauteloso voto de los BRICS en varios foros internacionales.
Quizás podamos pensarlo cómo un reacomodamiento de precios y Mercados Globales. Esa Guerra de Bolsillo tal como titula el New York Times.
Quizás aún estemos ante un dilema estratégico de la OTAN, la misma organización a la que Trump había definido como "instrumento obsoleto": ¿Continuar siendo el brazo armado de USA en Europa o convertirse en la proyección de fuerza de un actor europeo independiente? Me parece importante recordar que el canciller alemán, Olaf Scholz, aprobó un Fondo Especial para las Fuerzas Armadas de 100.000 millones de euros. La más grande inversión de aquel país en defensa desde 1945.
Posiblemente en términos militares estemos ante el Afganistán de Putin: EEUU y sus aliados librando una guerra Proxy (un conflicto por delegación donde una de las partes combate indirectamente mediante terceros actores, sin intervenir directamente) que desangraría no sólo al ejército sino también a la economía rusa. Y, en este caso, el tiempo si jugará peligrosamente contra Rusia. Lo que podemos sobre todo estar seguros, es que estamos ante un cambio de paradigmas en tiempos Benjaminianos.
Martín Gras es abogado, director del Departamento de Administración y Economías de la UNTREF – Universidad Nacional de Tres de Febrero. Es docente Universidad Nacional de La Plata y ex docente en las universidades Nacional de General San Martín y Universidad del Salvador.
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