05/08/2024
A pesar del aparente consenso interno existente en la cúpula dirigencial china sobre la inexorabilidad de un conflicto armado en el Estrecho que garantice la reunificación entre el continente y la “provincia rebelde” de Taiwán, no existe univocidad intra partidaria respecto de los beneficios que el país obtendría al iniciar una guerra cuyos costos directos e indirectos interno-externos, aún son evaluados, pese a la presunción dominante de una rápida victoria militar. En este sentido, la ambivalente narrativa china y, en particular la posición del presidente Xi Jinping, reafirman expectativas sobre una futura reunificación pacífica con Taiwán, pero a su vez exponen con claridad que el país no renuncia al eventual empleo de la fuerza para lograr dicho objetivo; de hecho, el aumento del gasto militar y los planes de modernización de sus fuerzas armadas en lo convencional, nuclear, y misilístico, demuestran estas convicciones otorgándole a China grandes chances de lograr la (re) conquista exitosa de una provincia con “intenciones separatistas”.
China: evolution of the defense budget
La observación fáctica de periódicos ejercicios militares en el Estrecho de Taiwán, que incluso han incluido fuerzas rusas así como ocasionales incidentes entre fuerzas chinas y estadounidenses, han escalado las tensiones a medida que China ingresa en un período de desaceleración económica, Taiwán reafirma su status como democracia gobernada por un partido considerado por China pro independentista y la “identidad taiwanesa” se impone sobre la “común herencia cultural” demostrando la preferencia generacional por un Taiwán separado política, económica e incluso culturalmente del continente.
Fuente: Election Study Center, National Chengchi University, Taiwán
Otros factores, además, deben ser tenidos en cuenta a la hora de considerar potenciales sobre costos ante una invasión por parte de China. En primer lugar, críticas internas al liderazgo del Presidente Xi destacan que tal acción serviría, principalmente, para revitalizar un liderazgo puesto en entredicho a medida que se acerca el –crucial- año 2027 cuando finalizaría su tercer período presidencial y, por lo tanto, intentaría ejercer prerrogativas constitucionales y estatutarias por él mismo impuestas respecto del ejercicio vitalicio del poder, y ser reelegido por un nuevo período de cinco años; pero este escenario puede verse trastocado ya que su continuidad dependería de cómo la economía nacional evolucione y su habilidad para contener pujas intra Partido pese a que durante más de una década ha intentado licuar toda oposición interna.
En lo personal para Xi, si lograra la reunificación con Taiwán, su prestigio superaría la historia de heroicidad del Gran Timonel Mao Zedong ubicándolo en el epicentro de la moderna historia logrando así la tan ansiada meta del “rejuvenecimiento” de la nación china como resultado de la “unificación de la patria”; si así fuera, el desafío interno consiste en que sectores moderados aplaquen su personalismo y ansias de centralidad histórica para canalizarlas hacia la construcción de una China más abierta y desarrollada, y no parcialmente destruida e internacionalmente condenada por emplear la guerra como método de supervivencia política. En esta línea interpretativa, sus posturas nacionalistas no necesariamente conllevan la simpatía de toda la dirigencia partidaria, quienes callan divergencias pero calculan que, tarde o temprano, deberán tomar la posta de un liderazgo aún no visible y no desean (alcaldes y/o gobernadores) hacerlo sobre las cenizas de un país semi destruido por bombardeos y socialmente convulsionado. La pérdida de vidas en China podría erosionar aún más la imagen pública de Partido, cuestionada ya por la dura estrategia de confinamiento a la que fuera sometida durante la pandemia del Covid, la desaceleración económica y el aumento del desempleo juvenil.
También es necesario tener en cuenta la voluntad del pueblo y gobierno de Taiwán de resistir un ataque (solos o con ayuda de Estados Unidos) en defensa del que consideran su país. Al respecto, China ha tomado nota de cómo la Rusia de Putin inició una costosa guerra en Ucrania y cómo una operación militar mal calculada podría debilitar a China a pesar del aparente triunfo en el plano de las armas. Los cálculos indican que Taiwán cuenta con avanzadas armas estadounidenses y desde hace años se prepara para una posible invasión china.
Los impactos a nivel internacional serán variados y profundos. China desarrolla hoy un importante papel como pacificador (Ucrania- Rusia, Irán – Arabia Saudita, acuerdo entre facciones pro palestinas Hamas y Al Fatah) por lo que una guerra en el Estrecho, conllevaría la aplicación de sanciones económicas y descrédito internacional erosionando su reputación como “mediador global”, y actor clave para la gobernanza del sistema internacional.
Aporta a estas reflexiones un reciente estudio publicado por la RAND Corp.; basado en encuestas efectuadas a diplomáticos y académicos de países considerados “potencias medias” como Australia, Japón, Canadá y el Reino Unido; las respuestas muestran que los consultados no comparten los temores estadounidenses sobre que una enorme acumulación militar china y la determinación de Xi Jinping de "reunificar" Taiwán sean pasos hacia la guerra, sino más bien son asumidos como indicadores de una “postura nacionalista” que amalgame las fisuras internas de consenso. Según las conclusiones, “...el principal objetivo de China es legitimar su actual sistema político interno (es decir, el gobierno del Partido Comunista Chino)…" y, para ello, “...China debe ser vista internamente como una gran potencia, preeminente en Asia y capaz de lograr un alto crecimiento económico. Una invasión de Taiwán pondría en peligro tales percepciones y, por lo tanto, se consideraría un riesgo inaceptable en relación con el status quo…".
En conclusión, luego de finalizar la III Sesión Plenaria del 20º Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh), la decisión central de la alta dirigencia partidaria impulsa transformar la economía y lograr una “nueva fuerza productiva de calidad”, es decir llevar a China hacia un modelo centrado en la innovación y nuevas tecnologías, y no hacia una guerra cuyos costos podrían superar supuestos beneficios.
Sergio Cesarin es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnica de la Argentina (CONICET ), es docente de la Maestría en Economía y Negocios con Asia del Pacífico e India y Coordinador del Centro de Estudios sobre Asia del Pacífico e India (CEAPI) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF)
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