Se viven tiempos complicados en la política estadounidense. El presidente, junto con varios líderes del Partido Republicano, han intentado subvertir las reglas de rotación regulada de las élites, o poliarquía. El sistema político estadounidense, con predominio de instituciones "no mayoritarias" (el senado, el colegio electoral, la corte suprema), además de la supresión y la falta de reglas nacionales claras para el voto (entre otras cosas), es una democracia muy limitada. Pero es una poliarquía donde diferentes élites políticas rotan en función del voto (limitado) del pueblo. Y es un sistema político donde existe, en general, libertad de expresión y organización. Este sistema ha sido cuestionado por Trump, quien afirma sin ninguna evidencia que los resultados de las elecciones presidenciales fueron fraudulentos.
Trump ha fracasado en su intento de revocar los resultados de las elecciones. A nivel de los Estados, los gobernadores y secretarios de Estado republicanos han certificado la victoria de Joe Biden (a pesar de las presiones de Trump), los jueces nominados por Trump han rechazado las demandas infundadas de su equipo legal y Fox News, que tanto hizo para construir el trumpismo, también reconoció la victoria demócrata. El colegio electoral declarará a Joe Biden el próximo presidente. El sistema ha funcionado, las instituciones políticas se han mantenido. Parece que la amenaza a la poliarquía ha terminado, pero ¿es así?
Las instituciones se han mantenido, pero sólo señalar eso haría perder de vista la gravedad de lo sucedido. En un reciente acto de campaña por la elección de senadores en Georgia, Trump pidió al gobernador de ese Estado que revocara el resultado de las elecciones a través de la legislatura estatal. También recientemente la prensa informó que manifestantes armados se habían congregado frente a la casa de la secretaria de Estado de Michigan amenazándola y afirmando falsamente que Trump ganó ese Estado. El Washington Post ha informado que sólo 27 de los 249 republicanos en el Congreso han reconocido la victoria de Biden.
¿Qué ha empujado a segmentos del Partido Republicano a tratar de romper las reglas de la poliarquía? En el caso de Trump está claro, es un narcisista que nunca tuvo ningún apego a las reglas del juego. Pero, ¿qué lleva a un político tradicional como Rudy Giuliani a respaldar las mentiras de Trump y participar en la ya famosa conferencia de prensa en la que Sidney Powell presentó una teoría conspirativa descabellada culpando a una camarilla de Soros, el difunto Hugo Chávez y Cuba de robar las elecciones? Una denuncia descabellada hasta tal punto que la campaña de Trump tuvo que distanciarse de ella.
Pienso en dos posibles explicaciones complementarias para las acciones de parte del liderazgo republicano. La primera es que los líderes nacionales republicanos entienden que si permiten la expansión del voto les será muy difícil ganar las elecciones presidenciales. Trump y el senador Lindsey Graham afirmaron esto. Los republicanos han perdido el voto popular en siete de las últimas ocho elecciones y, sin embargo, ganaron la presidencia en tres de ellas. Su poder se basa en la supresión del voto y la victoria en las instituciones "no mayoritarias". Pero si votar se vuelve más fácil y la gente participa más, tienen buenas razones para temer por su capacidad para ganar la presidencia. De ahí la necesidad de suprimir el voto, particularmente el de las minorías urbanas que es masivamente demócrata. Algunos comentaristas asocian a Trump con el fascismo, pero esto es una equivocacion. El trumpismo está profundamente enraizado en Jim Crow y la historia de exclusión política de los grupos racializados en Estados Unidos.
La segunda razón es que lo que está en juego es la continuación del orden hegemónico patriarcal y racista. Los demócratas han nominado a Barack Obama, luego a Hillary Clinton y luego a Kamala Harris. Todos son neoliberales moderados que se sienten cómodos con el sistema de seguridad nacional y no amenazan las políticas imperiales estadounidenses. Pero representan una ruptura de lo que mucha gente entiende que es el orden legítimo de las cosas: la esfera de poder es una esfera masculina blanca. Al abrir ésta a las minorías y las mujeres, los demócratas están amenazando ese orden simbólico. La reacción de una parte del liderazgo republicano es en parte una defensa de lo que Herbert Blumer llamó “sentido de posición de grupo.”
Pero alguien puede objetar, ¿cómo puede ser la defensa de la blancura lo que está en juego cuando alrededor de un tercio de los latinos y asiáticoamericanos, y alrededor del doce por ciento de afroamericanos, votaron por Trump? Las coaliciones políticas son efectivamente complejas. Muchos votantes de grupos racializados son conservadores o votan siguiendo sus convicciones religiosas, muchos latinos se identifican como blancos, otros votaron pensando en las políticas de Trump hacia Venezuela y Cuba. Pero la mayoria de los votantes de grupos racializados vota por los demócratas. Y más que la composición de las coaliciones, necesitamos ver qué representan. La concepción del mundo republicana es la defensa del orden patriarcal blanco que se siente amenazado por el neoliberalismo cosmopolita.
¿Y por qué la clase trabajadora blanca apoya a Trump, que al fin y al cabo es un multimillonario que favoreció con sus políticas a los sectores privilegiados (y a sí mismo)? Las políticas neoliberales de los presidentes demócratas han deteriorado sus condiciones de vida y las condiciones de vida de las zonas rurales. Los blancos pobres tienen buenas razones para abandonar al Partido Demócrata. Pero, como ya señaló W. E. B. Du Bois, la clase trabajadora blanca siempre ha elegido el privilegio racial sobre la solidaridad de clase con los trabajadores de color. Eso es el Trumpismo.
Para terminar, Trump y parte de la dirección del Partido Republicano han intentado romper las reglas del juego de la poliarquía. Esta vez han fracasado, pero han creado un fuerte precedente en el que el perdedor de las elecciones puede gritar fraude y no reconocer los resultados. El resultado es que gran parte de la base republicana cree que les han robado las elecciones, así como otras descabelladas teorías conspirativas. Muchos comentaristas miran todo esto con incredulidad, creyendo en la bondad intrínseca y la solidez de las instituciones políticas estadounidenses. Pero lo que acaba de pasar nos muestra su fragilidad. Biden será el próximo presidente, pero Trump y el trumpismo no desaparecerán de la escena política. En los próximos años, mantener la poliarquía estadounidense no será fácil.
José Itzigsohn es Profesor de Sociología en la Universidad de Brown. Es autor, junto con Karida Brown, de The Sociology of W. E. B. Du Bois: Racialized Modernity and the Global Color Line, publicado recientemente por NYU Press.
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