28/04/2021

Mano dura frente a Rusia y China: los riesgos de la estrategia a la que apuesta Biden

Estados Unidos parece dispuesto a enfrentar simultáneamente a China y Rusia para contrarrestar la erosión de la hegemonía norteamericana. La administración Biden transmite la disposición de implementar una línea de competencia más intensa que la de Trump. Un desafío geopolítico particularmente complejo que contradice el consejo de Henry Kissinger sobre la conveniencia de dividir a Beijing de Moscú en lugar de provocar espacios que favorezcan un frente común entre ambos. La puja con mentalidad de guerra fría incluye el comercio, la defensa, ciencia y tecnología y cuestiones como Hong Kong y Taiwán como la lucha entre autocracia y democracia. Un combo temático amplio como severo cuya escalada puede comprometer la gobernanza global y la estabilidad estratégica.

Un adversario bicéfalo como China y Rusia, miembros permanentes con derecho de veto del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, merece atención tanto desde el punto de vista político, económico como militar. Concentran un área geografía 26,7millones de km cuadrados (17,1 Rusia y 9,6 China) y una población de casi 1600 millones (China 1394 y Rusia 141). Ambos tienen ventajas diferentes en recursos naturales y tecnología que permite traducirse en un incremento sustancial en comercio e inversiones. El comercio bilateral, de más de 100 mil millones de dólares, podría duplicarse en los próximos años. Rusia complementa las limitaciones energéticas chinas al poseer, por ejemplo, una quinta parte de las reservas de gas y la octava parte del petróleo del mundo.

La suma de la capacidad militar de China y Rusia es  igualmente significativa a pesar de ciertas ventajas tecnológicas norteamericanas en áreas clave de última generación de la guerra contemporánea. De acuerdo al Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) el gasto militar de Estados Unidos es el 38% del gasto mundial. China el 14% y Rusia 3.4%. La ventaja norteamericana, en otro ejemplo, se registra en el número de bases militares en el mundo. Estados Unidos 800 y China 13. Sin embargo, China está logrando desarrollar una armada cada día más extendida (con 390 buques, 7 portaviones, 8 submarinos nucleares con misiles balísticos, 6 submarinos nucleares de ataque y un total de 73 submarinos convencionales), con presencia regular incluso en el Mar Mediterráneo y en la Antártida.

Aunque China no es aún una superpotencia global con el mismo alcance de Estados Unidos, una eventual alianza militar con Rusia produciría un significativo efecto multiplicador de fuerzas. Si bien hoy no cuentan con un pacto militar especifico al respecto, existe una creciente interacción y cooperación, los ejercicio anuales son un ejemplo como el hecho que China es un socio clave en el comercio de armas ruso. Entre ambos disponen del mayor arsenal nuclear (Rusia 6375 y China 320 frente a 5800 de Estados Unidos). En fuerzas terrestres, Rusia cuenta con más de un millón de efectivos activos y China un millón y medio. Estados Unidos, por su parte, un millón 400 activos y un millón y medio adicional en siete compañías de reserva.

Un paso en la estrategia renovada de Washington respecto a China es ampliar las alianzas miliares con distintas áreas geográficas y fortalecer marcos de seguridad multilateral regionales y globales. Un ejemplo ha sido la revitalización del foro de seguridad cuadrilateral con India, Japón y Australia (Quad) para contrarrestar la influencia de China en el Pacífico. La última reunión abarco la temática de seguridad regional (libre navegación en el Mar de China Meridional como la problemática nuclear de Corea del Norte). También Quad destacó la disposición de ampliar los ejercicios militares conjuntos. La participación de India es clave en la ecuación de fuerzas en Asia.

La sesión de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), en marzo 2021, puso de relieve la disposición de la Alianza de mayor participación fuera del teatro Europeo y en particular en la región del Pacífico y, entre otros, al sur del Cabo de Buena Esperanza. El informe titulado OTAN 2030, Unidos por una Nueva Era, considera a Rusia la mayor amenaza a la seguridad Europea y ubica a China en segundo orden. Sin embargo, tras el discurso del Secretario de Estado Blinken sobre el avance militar de China, se reafirmó la decisión de ampliar el foco geográfico tradicional de atención de la OTAN. La mega presencia norteamericana en la Alianza supone que la OTAN tiene un gasto militar combinado que sobrepasa el 50% del gasto mundial.

La atención de la OTAN está concentrada también en el Cinturón de la Ruta y la Seda (One Belt One Road, OBOR, con una capacidad de financiación de 40 mil millones de dólares además de los 50 mil ya otorgados) que supone el desarrollo de una red de comercio e infraestructura que conectará Asia con Europa y África y, en un futuro, con América Latina. One Belt incluye la construcción de carreteras, ferrocarriles, oleoductos y gasoductos. One Road implica la modernización de vías marítimas que abarcan puertos del Mediterráneo, el Mar Rojo, el Océano Indico, el Mar del Sudeste de China y eventualmente el Atlántico en la costa oriental (África) y el Atlántico Sur con un puerto logístico para la flota china de pesca de altura (Montevideo parece ser una de las opciones).

El ascenso de China es el hecho geoestratégico más relevante de las primeras décadas del siglo XXI. Cualquier estadística pone en evidencia el grado de importancia de Beijing en la gobernanza global y en la conveniencia de mantener con China parámetros de razonables coexistencia pacífica. Todavía no ha ocurrido en una dimensión bilateral (Estados Unidos) y multilateral acorde con la fuerza económica y militar adquirida por China. La capacidad financiera de 4 billones de dólares en reserva de divisas, lo ha ubicado como principal proveedor de financiación a escala global. El Banco de China concede más préstamos que el Banco Mundial.

Estas circunstancias, entre otras, ponen en evidencia la variedad de desafíos de las próximas décadas, incluyendo en particular el de la seguridad internacional. Las dinámicas conflictivas y de competencia económico y militar entre Estados Unidos y China se encuentra generando cuadros geopolíticos estructurales decisivos. Por el momento no hay una diplomacia de apaciguamiento estratégico. El horizonte muestra, en cambio, el riesgo de producir una atmósfera de bloques ideológicos y económicos a modo de globalización parcelada.

Si bien Eurasia ya se asoma como centro de poder alternativo del siglo XXI, es probable que contamine en las consecuencias a otras zonas geográficas y en particular a países en desarrollo. Difícilmente, por ejemplo, el Atlántico Sur pueda verse aislado de esa problemática de seguridad internacional y crisis de gobernanza global. Es de esperar que Estados Unidos y China encuentren la conveniencia de generar confianza estratégica para desbloquear la asunción de responsabilidades reciprocas a nivel global. Un mundo tan interdependiente no puede darse el lujo de repetir rivalidades del siglo XX. China no es la Unión Soviética.

 

Roberto García Moritán es diplomático de carrera. Fue Subsecretario de Asuntos Latinoamericanos, Subsecretario de Política Exterior y Vicecanciller de la Argentina del 2005 al 2009.

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